viernes, 24 de febrero de 2012

DIA DE LAS LETRAS CANARIAS

El Gobierno de Canarias ha dedicado este año el Día de las Letras Canarias al poeta PEDRO GARCÍA CABRERA.
Nació en Vallehermoso (Isla de la Gomera) en 1905, y murió en Santa Cruz de Tenerife en marzo de 1981. Se puede decir que su amplia y variada obra representa muy bien el paso de las diferentes etapas de la literatura contemporánea en Canarias, desde las tendencias postmodernistas, vanguardistas y surrealistas a la humanización de la poesía social, y desde aquí hasta los umbrales de las transvanguardias. Su lírica profundamente humana y su peculiar lenguaje poético permiten reconocerlo para siempre como un poeta canario y universal.

 

De entre toda su obra, hemos seleccionado un poema del libro Día de Alondras. Se trata de un poema que en alguna ocasión hemos trabajado con nuestro alumnado con mucho éxito. En nuestra biblioteca tenemos una edición que hizo hace años la Editorial Anaya.




ALONDRA DE LAS LETRAS CASTIGADAS

Una tarde se escaparon
del colegio cinco letras,
las cinco letras vocales,
risas y llantos de seda.
Se pusieron a jugar
en el jardín de la escuela
y jugaron a los novios,
con las flores por parejas.
La "a" le dio el corazón
a un fino croto gris perla.
Se puso la "e" a reñir
con un dondiego cualquiera.
La "o" le ciñó los brazos
a un gladiolo de maceta.
Y la "i" se divertía
con una sosa camelia.
Porque asustaba a las flores,
la "u" se quedó soltera.
En esto, salió a buscarla
-ira y puños- la maestra.
Sus labios eran tan rojos
y tan espesas las cejas,
que las flores se quedaron
más pálidas que la cera.
La "i" fue vista y no vista,
y, sin poner mano en ella,
de un brinco, subiose al agua
del surtidor de la escuela.
Y era, subida en lo alto,
burla de cristal su lengua.
La "o" se escondió en el vientre
de una pera sanjuanera
predestinada a sufrir
dentelladas de merienda.
La "e", ovillada en el suelo,
se hizo la ovejita muerta.
La "u" levantó los brazos
desnudos de la clemencia.
Las florecillas del patio
se quedaron boquieabiertas
al ver cómo castigaban
a sus amigas las letras.
No comprendían ni jota
de lo que allí sucediera:
los claveles eran mudos,
las rosas, analfabetas.
A todas las fue poniendo
de rodillas la maestra,
con los brazos extendidos
y una cesta en la cabeza.
La sonrisa de la "a"
llegaba de oreja a oreja.
Y, guiñando picardías,
la "i" sacaba la lengua,
rayando en el mapamundi
los senos de la maestra.




 


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